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Niños bilingües. Hablar idiomas desde pequeños

Niños bilingües. Hablar idiomas desde pequeños

Beneficios de aprender otro idioma desde la infancia

Hablar dos lenguas desde pequeño ¿es una ventaja o un motivo de confusión en pleno período de aprendizaje? Tanto si se enseña en el colegio como si se aprende en casa, una segunda lengua abre muchos horizontes a los niños.
Debido a la “plasticidad auditiva” del niño. Las investigaciones han demostrado que, cuanto más pequeño es el niño, mejor percibe y restablece sonidos diferentes a los de su lengua materna. Hacia los 12 años, esa capacidad ya disminuye. En resumen, “empezar antes, es hablar mejor”, sea la lengua que sea. Cuanto más alejado sea el idioma materno, más capacidad ofrecemos al niño de transferir habilidades adquiridas para que aprenda otras lenguas.

Aprender un idioma desde la infancia

¿Cómo se puede aprender un idioma cuando todavía el niño no sabe leer o escribir en su idioma? Se dice que aprendemos a hablar una lengua extranjera casi del mismo modo en que aprendimos a hablar nuestra lengua materna. Aunque esto no es totalmente cierto, porque la clase no es un medio natural.
El inicio del aprendizaje tiene lugar a través del juego, las canciones y actividades repetidas que se llevan a cabo en un idioma extranjero. Todo ello hace que el niño vaya apropiándose progresivamente de las referencias establecidas para crear un significado, aislar las palabras, memorizarlas y memorizar las estructuras.
Progresivamente el niño va a aplicar la capacidad de comprensión oral y de producción oral ininterrumpida para, más adelante, llegar a la comprensión y la producción escrita. Es esencial que el aprendizaje sea lúdico, ritualizado, interactivo y que le permita disfrutar. Disfrutar de las palabras, de los sonidos y también del hecho de jugar, en cierto modo, a ser otra persona que habla un idioma distinto.

A partir de 2.º de Primaria, los niños son capaces de adentrarse progresivamente en la escritura de una lengua extranjera. Es el momento de presentarles la forma escrita de las palabras o de fórmulas simples previamente memorizadas para permitirles establecer una relación entre cadena oral y cadena escrita. De hecho, al final comprobamos que los niños consiguen predecir, con bastante rapidez y sin muchos errores, la pronunciación de una palabra a partir de su forma escrita.

El aprendizaje de un idioma nuevo 

Aprender otro idioma y aprender a leer en la lengua materna exigen procesos cognitivos bastante parecidos: a partir de unos indicios, el niño elabora hipótesis de significado y luego utiliza el código (palabras aprendidas por escrito o de forma oral) y el contexto (quién habla, a quién, etc.) para comprobar esas hipótesis.
Es evidente que lengua y cultura son indisociables. Adentrarse en una lengua es entrar en su cultura. En ella descubrimos una relación con el mundo que a veces es parecida y, otras, diferente. Para el niño, es una oportunidad para mirar desde la distancia su propia cultura y la de su familia.
A priori, el niño pequeño es “etnocéntrico” (salvo que se haya educado en dos culturas), considera que el mundo es idéntico a lo que él vive. Aprender un idioma le lleva, sin darse cuenta, a cambiar su visión, a superar los estereotipos. Al descubrir que una lengua no es el calco de otra (por ejemplo, no se dicen las mismas cosas con el mismo número de palabras), comprende también que una cultura no es superior a otra. Por eso, algunos colegios utilizan el “portfolio europeo de las lenguas” en el que se invita a los niños a evocar su “biografía lingüística”.
Este documento les anima a hacer mención de sus prácticas familiares a través de preguntas como: “En casa habláis…” o “Ya he oído palabras en…”, con el fin de ayudar a algunos de ellos a salir de un “bilingüismo clandestino” y, a otros, a que valoren toda experiencia de alteridad. Aprender un idioma extranjero es abrirse al mundo y a los demás para regresar a uno mismo enriquecido.
Marie-Claire Mzall, inspectora de educación nacional en Francia
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